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Especial BLADE: COMIC + PELÍCULAS

Soy mucho de revisitar pelis. Algunas me las sé de memoria, de tanto que las he visto, y otras, pese a tener un grato recuerdo de la primera vez que me encontré con ellas, permanecen en el olvido hasta que un buen día se me enciende la bombilla y me marco un remember. Esta semana pasada me sucedió eso con Blade, la famosa y exitosa saga de películas protagonizadas por Wesley Snipes que tanto marcaron a una generación entre finales de los 90 y principios de este siglo. HBO me lo puso fácil, poniendo a disposición de sus socios estas películas dentro de su catálogo, así que no me resistí a encontrarme de nuevo con el cazavampiros más duro y molón perteneciente al universo Marvel.

Y es que, antes de meternos en faena con la películas, hay que señalar que Blade es un personaje de cómic, cuya primera aparición data de 1972 en La tumba de Drácula (mítica serie creada por Marv Wolfman y Gene Colan, de la que os hablaré algún día en Novena Viñeta). Allí se nos presentaba un enorme negro, de aspecto muy funky setentero, que era medio vampiro. Su madre, una prostituta del Soho de Londres, que fue mordida y asesinada por el vampiro Deacon Frost antes de dar a luz al pequeño Eric Brooks (nombre real de Blade). Este brutal y trágico encuentro, proporcionaron a Blade capacidades especiales a través de la contaminación de su sangre con la del vampiro, tales como una fuerza superior a la de un humano, un factor de curación acelerado y la ventaja de poder campar a sus anchas a la luz del día. Blade fue criado por la madame de un burdel y entrenado por un viejo trompetista de jazz que resultó ser cazador de vampiros. ¡Solo con eso en tu currículum ya puedes presumir de tipo duro! El caso es que Blade pasó así gran parte de su vida, formándose como cazavampiros, hasta que el mismásimo Drácula convirtió a su mentor y el propio Blade tuvo que acabar con él. Sediento de venganza, se lanzó a la caza de Drácula por medio mundo, uniéndose a diferentes grupos de cazadores de vampiros, como el liderado por Quincey Harker y Rachel Van Helsing.

Como podéis apreciar, poco o nada tiene que ver este Blade con el que nos encontraríamos décadas más tarde. Físicamente se distancian, aunque se pueden encontrar algunos elementos comunes que han ido evolucionando con el paso del tiempo. Ha tenido sus propias series y colecciones, sobre todo a raíz del estreno de las películas tomando ya como referencia la estética conocida, y se ha paseado por los números de otros héroes como Lobezno, Black Panther o el propio Spider-Man. Incluso llegó a tener presencia en los Ultimate Vengadores de Mark Millar, no obstante su trayectoria ha sido bastante irregular, convirtiéndolo en uno de esos antihéroes de culto que solo unos pocos saben disfrutar.

Pero, sin lugar a dudas, la verdadera popularidad le llegó a Blade en 1998, cuando vio la luz (y nunca mejor dicho) la primera de sus tres películas. Dirigida por Stephen Norrington (quien sepultó su carrera como director tras el desastre de La Liga de los Hombres Extraordinarios) y guionizada por David S. Goyer (el cerebro al mando de todo el universo cinemático DC actual), contaba con un reparto encabezado por Wesley Snipes (que en ese momento estaba en la cima del cine de acción), Stephen Dorff y Kris Kristofferson, encarnando respectivamente a Deacon Frost y Whistler. La historia se distanciaba del cómic, recogiendo de éste solo los conceptos esenciales, y nos presentaba el origen Blade, hijo de una mujer mordida por un vampiro y que fue recogido por Whistler y entrenado para dar caza a los vampiros. Desaparecía toda referencia a Drácula y cualquier vinculación al mundo superheróico de Marvel (quedaba toda una década para llegar al famoso universo compartido). Hay que señalar que esta película venía precedida por El Cuervo, una película de culto que cuatro años antes ya había marcado una estética y una forma de narrar muy concreta, insertando temas musicales muy potentes dentro de escenas realmente impactantes. Blade es heredera de todo aquello; si bien es cierto que las impresionantes coreografías y las grandes dosis de acción y violencia superan al film de Brandon Lee, su oscuridad y su estética las hace bastante semejantes.

Su guión, simple pero efectista, nos narra el origen del personaje, su lucha contra los vampiros y su confrontación final con Deacon Frost. No hay que esperar un alarde de historia ni giros de guión alucinantes, Blade se centra en la acción y la plasticidad de sus coreografías, con un Wesley Snipes excelso. Son dos horas trepidantes que sientan las bases de la mitología del personaje, que ampliaría más adelante Guillermo del Toro con su secuela. No obtuvo malas críticas (se comprendía cuáles eran sus pretensiones y hasta dónde quería llegar) y la taquilla la respaldó lo suficiente como para que, cuatro años después, el cazador de vampiros regresara, pese a haber sido censurada en Alemania y prohibida en Malasia.

Cuenta la leyenda que, cuando propusieron a Guillermo del Toro encargarse de Blade II, éste no se entusiasmó demasiado. No le atraía nada el personaje y pensaba que todo lo que había que contar de él ya se hacía en la primera película, pero Mike Mignola, el maravilloso dibujante y guionista creador de Hellboy, le convenció para hacerlo: la idea era que Blade II sirviese de rodaje y laboratorio de pruebas de cara a realizar el verdadero proyecto que De Toro quería, que no era otro que la adaptación a la gran pantalla de Hellboy. Y con ese argumento, decidió hacerse cargo de la secuela, contando de nuevo con Wesley Snipes y Kris Kristofferson, y añadiendo rostros muy conocidos como Norman Reedus, Ron Perlman, Donnie Yen, Luke Gross (quien encarnaría al Príncipe Nuada en la secuela de Hellboy) y el habitual cameo de su amigo Santiago Segura (que mete la morcilla de Torrente 3 en un momento de la película).

Del Toro utilizó todo lo que había funcionado en la película anterior, recreándose en las escenas de acción, para plantear su secuela, pero decide ir un paso más allá ampliando la mitologíaa del personaje con esa nueva raza de vampiros que se alimenta de vampiros, mutando en una especie superior y amenazadora. Un concepto bastante potente en el que sostener el metraje, teniendo en cuenta que se renuncia al desarrollo y la evolución del protagonista, a quien se le incluye dentro de un grupo de vampiros caza-vampiros. Como concepto, vemos que es muy de la factoría de Del Toro (quien después desarrollaría más el tema del vamipirismo en sus novelas La Trilogía de la Oscuridad), pero echamos en falta más Blade. Quizá el director, como ya anunciaba, no tenía nada nuevo que contar que no se hubiese hecho en su antecesora, o puede que su cabeza estuviese puesta en Hellboy y no se tomase demasiado en serio este proyecto. Sea como fuere, la jugada no se salió mal y gracias a Blade II el director mexicano ganó experiencia, fama y reputación suficientes como para poder desarrollar todos los éxitos que vinieron después.

En 2004 sucedió lo peor. Sí, creedme, lo peor. Tercera película del cazavampiros con título Blade Trinity. Escrita y dirigida por el mismo David S. Goyer y repitiendo como protagonista Wesley Snipes. Pese a que en esta continuación se incluían más elementos propios e identificativos del cómic, como Drácula o Hannibal King, la fórmula parecía agotada, quizá demasiado enclaustrada en los noventa y con un lastre en las actuaciones que hacen que la peli no sea en absoluto disfrutable. La crítica la destrozó, y con toda la razón, y fue el último clavo en la tumba de la franquicia. En realidad, me vais a permitir no comentar nada más de ella, ya que no tengo nada bueno que decir y demasiado mal lo he pasado teniendo que revisitarla para escribir este artículo. Basta con decir que solo se la recomiendo a fans acérrimos al personaje y a grupos de colegas borrachos para echarse unas risas.

Pero, ¿creíais que esto acabaría aquí? No, porque en 2006, resistiéndose a dejarlo morir, Blade regresaba, esta vez en la pequeña pantalla, y ya sin Snipes como protagonista. El relevo lo tomaba Sticky Fingaz, pero el proyecto se quedó en una sola temporada de doce capítulos y una calidad bastante baja. Pese a que el formato podría ser lo que mejor le viniese a Blade, a sabiendas de lo repetitivas que podrían presentarse las temporadas y los episodios, tampoco llegó a nada.

Se habla mucho, de un tiempo a esta parte, sobre la posible nueva serie de Blade, con Marvel y Netflix al frente del proyecto, pero todo son rumores y conjeturas. Lo cierto es que el cazavampiros parece aguantar, oculto entre las sombras, esperando a que un buen guión, sin miedo a tener que pecar de violento o explícito, se deje caer por alguna oficina y encienda determinadas bombillas. Lo cierto es que, tras dos grandes fracasos y trece años de silencio, no parece tener nada de cara para volver a salir ahí fuera y eliminar a los chupa-sangres. Por parte de este que os escribe, ojalá regresase, pero con la frescura y la crudeza necesaria para convertirla en el nuevo pepino dentro del universo compartido de Marvel. ¿Será así? ¿Aceptamos apuestas? Pero de sangre, eso sí.

Ser friki no es solo para hombres

La verdad, tiene bemoles que hasta en el mundo del frikismo haya cierto tufillo a machismo enmascarado; pero si lo miras friamente, te das cuenta de que es así. Sea cual sea la categoría a la que te unas, siempre encontrarás que los mayores temas para el universo friki están acaparados por elementos masculinos; y aunque realmente mola ser una mujer friki, te encuentras con héroes machotes y endiosados en cualquier terreno, mientras que las heroínas andan a rastras de ellos, muy pocas veces con un papel predominante o protagónica. Ya ves, parece que hasta para ser un verdadero friki hay que ser hombre.

Así y todo, cada vez hay más mujeres que se apuntan al carro de la cultura freaks, aunque para ello tengan que inventarse sus propios iconos. Claro que una vez que estos iconos tienen un buen número de seguidoras, ya empiezan a considerarse parte de la galaxia friki y gana adeptos rápidamente; curiosamente, se vuelven extremadamente populares, tales como puedan ser Rhaenerys Targarien de Juego de Tronos, Viuda Negra del universo Marvel, o Lara Croft, de la franquicia Tom Raider. ¿A que todo esto te suena mucho? Y ya te puedes ir olvidando de mencionar que todos estos personajes fueron creados por hombres: las mujeres frikis del mundo mundial las han tomado para su uso y disfrute, y no hay más que hablar.

Hay que pensar que gracias al emponderamiento de las mujeres y de la nueva forma en que influyen en la sociedad gracias a los movimientos feministas, muchas cosas están cambiando. Por ejemplo, podríamos hablar de la pornografía gratis, un universo donde los tópicos masculinos hacen y deshacen a su antojo… hasta ahora. Mucha sangre nueva ha entrado en el mundo porno, y cuando se trata de mujeres, están decididas a hacer que la pornografía vaya poco a poco dando un giro gradual hacia los gustos y deseos femeninos, olvidándose un poco de los mitos xxx tradicionales. Así, verás muchas páginas de adultos donde se disfruta de videos porno en la que las mujeres son las que llevan la batuta, mostrando su peculiar visión de lo que las excita, que no siempre tiene por qué ser lo mismo que a los hombres.

La verdad es que está de moda ser friki, a una persona la miran raro si no acaba de confesar que es un apasionado de algo en particular. Así, ya no solo se es friki de los temas tradicionales, como son series, películas, videojuegos… sino que ahora hasta puedes ser un friki de los programas de cocina, de talentos, o incluso de la información meteorológica. Porque, al fin y al cabo, ¿quién elige lo que puede ser causa del friquismo? Basta que algo tenga el suficiente número de seguidores para que de repente se convierta en un elemento a adorar; y en cuanto a esto, cuanto más raro o extravagante, mejor.

Puede que no nos demos cuenta, pero eso ya pasaba en siglos anteriores; el concepto de friki no es algo exclusivo de las nuevas generaciones, aunque sí lo sea el vocablo. Pero en tiempos atrás, la gente se apasionaba con la música, la pintura, el teatro, e incluso con algunos personajes de la vida pública, que arrastraban tras ellos verdaderas hordas de seguidores. En realidad, parece que en la misma naturaleza del ser humano está el adorar entes extraños, un gusto que nos hace originales; claro que, cuando son cientos de miles los que se comportan así, el asunto deja de ser extraordinario para convertirse en convencional. Aunque lo bueno de esto es que siempre podemos encontrar otro nuevo extraño interés, y volver a comenzar el ciclo del friquismo.

Tokyo Ghost [Novena viñeta]

Si tuviese que hacer un listado con los guionistas más en forma dentro del panorama comiquero americano, sin duda incluiría a Rick Remender. Obras como Fear Agent, Low o Ciencia Oscura lo avalan más que de sobra para que estemos atentos a cada novedad que nos presenta.

Y yo, como buen seguidor suyo, no podía dejar escapar la posibilidad de hincarle el diente a Tokyo Ghost, esta nueva miniserie que nos traía, acompañado de un gigante del dibujo como es Sean Murphy.

Quizá lo que más atractivo os resulte a aquellos que tras leer este artículo se animen a acercarse a Tokyo Ghost es que es una serie cortita, ya finiquitada y editada en España en dos únicos volúmenes por Norma Editorial, bastante económicos cada uno de ellos. Por lo que el futuro lector no tendrá que comenzar una colección interminable o hacer una inversión que roce lo obsceno para disfrutarla.

¿Qué nos ofrece Tokyo Ghost?

Pues nos lleva a un futuro distópico, exáctamente a Los Ángeles en el año 2084, donde la mayoría de la gente está enganchada a la tecnología. Esta nueva forma de droga sirve como alivio y escape a los consumidores del agónico mundo en el que viven, atufado de contaminación, gobernado por las grandes corporaciones tecnológicas y sometido por gánsteres que no dudan en matar o robar por su correspondiente dosis virtual. Y, dentro de este caótico nuevo orden, destaca la figura de los alguaciles, encargados de ajustarles las cuentas a aquellos que van un paso más allá. Dos de estos alguaciles son Led Mella y Debbie Declive, dos amigos de la infancia tan unidos entre sí como diferentes entre ellos. Led es una mole de músculos enganchado a todo tipo de nanotecnología. Debbie es una chica que trata de escapar del infierno tecnológico y desenganchar a su querido Led. Para ello, aceptarán un trabajo que les llevará al último paraíso libre de tecnología: la nación jardín de Tokio.

Y hasta ahí puedo leer, que diría cierta presentadora, pues en el mismo primer volumen ocurre el giro más interesante de la obra para luego volverse más predecible y convencional. De hecho, las dos partes que componen esta miniserie están bien diferenciadas, como si el dúo creativo se hubiesen repartido a partes iguales lo que querían plasmar en cada una de ellas. Así, nos encontramos con un primer volumen cargado de crítica social, de profundidad de guión, de desarrollo de personajes, y un segundo volumen que marcha a toda pastilla abundando la acción, la violencia y un único sentimiento a desarrollar: la venganza. De modo que, dependiendo de lo que más te motive, lo encontrarán al principio o más adelante.

Pero, cuidado, eso no significa que el cambio de tono entre uno y otro signifique que se abandonen ciertos aspectos que se representan con mayor claridad en su continuación o preludio. Desde el primer instante, nos encontraremos grandes dosis de acción y ultra violencia. Porque, sí, en este cómic la violencia no es descafeinada o para todos los públicos. Es explícita, incluso algunos la calificarían de mal gusto, abundando los tacos, el lenguaje soez, la incorrección y mostrando el dedo corazón sin complejos a la tiranía de lo políticamente correcto. Así que, si eres de los que se escandaliza fácilmente, este no es tu cómic. ¡Ah, un consejo! Los que tengáis niños curiosos, mejor colocad Tokyo Ghost en lo más alto de la librería. Me lo agradeceréis.

¿Pero todo se basa en violencia, lenguaje y sexo explícito? No, como ya os he avanzado, esta obra tiene mucho de crítica social en su primera mitad. La visión de un futuro donde la gente sea adicta a una droga como es la tecnología, llegando al punto de meterse implantes para poder consumir sin parar todo tipo de productos virtuales, nos pone los pelos de punta porque no lo vemos tan descabellado. Ver nuestras ciudades controladas por grandes corporaciones tampoco nos es ajeno, como tampoco lo es que creamos que los pocos reductos verdes y puros del planeta no permanecerán así por mucho tiempo porque, aunque intentes protegerlo, acabarán contaminándolo con (y perdón por el taco) la mierda que llevamos de serie. Y si a eso le añadimos unos personajes bien desarrollados y con carisma, pues ya terminamos de redondear la experiencia.

Como muchos intuiréis, esta obra bebe de fuentes tan conocidas y apreciadas por estos lares como es el ciberpunk y el género distópico. Contiene todos los elementos diferenciales, así como todos los típicos. Una sociedad corrupta y moribunda, personajes que son perdedores, grandes empresas que juegan con nosotros, tecnología y una ambientación que tiende a lo oscuro, casi a lo crepuscular. De hecho, muchos de vosotros encontraréis muchas reminiscencias a otra gran obra como es Akira de Katsuhiro Otomo, tomando prestadas algunas de sus piezas maestras, como las motos y la estética pandillera.

Y nadie mejor para mezclar este cóctel que dos maestros como son Rick Remender y Sean Murphy. El primero hace una labor de guión intachable, con diálogos ingeniosos y chispeantes, brillando con luz propia sobre todo en el primer volumen, que es donde consigue plasmar toda la crítica social, el contenido y el peso específico de la obra. Pero un buen guión no sería tan bueno si no ha detrás un buen dibujante, y en este caso Remender ha contado con un monstruo como es Murphy. Y es que hay que ponerse en pie para hablar de este genio del dibujo. Sorprende cómo consigue imprimirle esa suciedad, ese aspecto caótico y esa cantidad de detalle a cada viñeta. Y deja claro desde el inicio que no había nadie mejor como él para plasmar el futuro de Tokyo Ghost, pero en el segundo volumen, ¡ah!, ya se descoca por completo y nos ofrece algunas de las composiciones de página más magistrales que he visto en obras actuales. Ese trazo roto, con tintas sucias, pero contrastando con el exquisito diseño de personajes. No es que vayamos a descubriros ahora a este fuera de serie, que ha firmado obras como Punk Rock Jesus o El Resurgir, pero yo no me canso de aplaudir a uno de los dibujantes más en forma del cómic americano.

Concluyendo: Tokyo Ghost nos restriega por la cara una sociedad a la que parece que nos encaminamos cada vez más, haciéndolo con gracia, con gamberrismo y con un punto de mala baba que hacen de esta obra un producto muy disfrutable.

Simulaciones de Vida, de Enric Herce

Sinopsis

En un futuro cercano, todo el mundo se encuentra conectado de forma permanente a la red a través del log, un dispositivo portátil con múltiples aplicaciones. Un cúmulo de acontecimientos extraños, sin relación aparente, enlazará las vidas de diversos personajes, tejiendo una trama trepidante alrededor del factor humano en la sociedad de la información. Un hacker fascinado por Paco Menéndez y su obra cumbre La abadía del crimen. Una IA atrapada por la personalidad de Holden Caulfield. Un puzzle imposible cuyas piezas son fragmentos de vida. Una partida cuyo resultado puede dar lugar a un nuevo orden.

El Autor

Enric Herce es licenciado en filología inglesa, en la actualidad trabaja como técnico especialista en la Biblioteca de Letras de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona. Ganador del primer premio Miasma de relatos de terror en catalán, ha publicado en versión digital la novela corta La Luna dormida con Ediciones Efímeras, así como relatos y poesías en distintos fanzines: Catarsi, Tierras de Acero MGZN, Miasma y Mascarada; en e-zines: BEM on line, Aurora Bitzine, NGC 3660 y en la revista Historias Asombrosas. Ha participado en antologías como King Kong solidario o De la caballería andante a la teoría de la relatividad. Un encuentro en el espacio y el tiempo.

Opinión Personal

Simulaciones de vida podría ser el capítulo estrella de una de las temporadas de Black Mirror, por su futuro cercano e inquietante, por su verosimilitud dentro de lo futurible y por su calidad. La novela empieza desmadejada, en el sentido de que son diferentes hilos, en los diferentes capítulos, los que comienzan una historia con multiples caras que parecen no tener relación. Sin embargo, sin darte cuenta, los hilos empiezan a formar un tapiz bien tupido al estilo del Enviado de J.E. Álamo, que van conformando un argumento sólido, a ratos trepidante y sorprendente y siempre motivador, que hacen la lectura cada vez más envolvente.

Hay momentos en los que las influencias del autor -tanto personales como literarias- trascienden la novela para dejar un sello distintivo: Las bibliotecas, la literatura, la música, y el género en sí. Así como momentos donde se aprecian influencias del Hyperion de Dan Simmons y algunos toques del Ready Player One de Ernest Cline.

Todo esto, hace de Simulaciones de Vida una novela que da gusto leer y que puede ser una aproximación muy acertada a lo que nos queda por ver en la sociedad del futuro.

En definitiva, una muy buena novela que, desde mi punto de vista, se merece un sobresaliente.

Peaky Blinders, y el debate sobre los límites del molar

Extenso está siendo el debate sobre los límites del humor, de sobra sabéis a lo que me refiero, pero, ¿y los límites del molar? De eso nadie habla, ¿verdad?

Yo sé por qué.

Lo primero que supe de Peaky Blinders fue que le gustaba al Kane y salía Cillian Murphy. Como quiera que me fio bastante del Kane, que es mi colega y le aprecio un montón, y además soy mucho de Ken Loach y El viento que agita la cebada (2006) me gustó más que el final de Campeón de campeones, no me quedó otra que ponerme a verla.

Y la cabeza me voló.

No pasaba del minuto dos del primer capítulo, con ese Tommy Shelby a caballo entre el barro, el humo y las mugrientas paredes de ladrillos, con el musicón de fondo, y ya estaba flipao al nivel del día que entró la Supernintendo en mi casa, y eso, eso era el puto «Cerebro de la Bestia» joder, los que lo vivierais sabéis de lo que hablo.

Y aquí sigo flipao, semanas después de haber devorado la cuarta temporada y completamente roto por no haberme apellidado Shelby, aunque hubiera supuesto reducir mi esperanza de vida tres o cuatro décadas. Porque se pueden decir muchas cosas de la serie, ninguna mala, pero sin duda la más real de todas es que se trata de un puto producto perfectamente engrasado, endiabladamente pensado, y astutamente ejecutado para molar. Y solamente molar. Mucho. Todo el rato.

Nade habla de los límites del molar porque Peaky Blinders los ha pulverizado. Los ha cogido y de un patadón los ha colado en el tejado donde ya nadie pueda alcanzarlos. Se ha subido el puto balón a casa. Se acabó el juego. Mató al monstruo con la barra de vida intacta.

Caput.

C’est fini.

Sansacab.

Y eso es así y punto.

Claro que podréis encontraros gente que os diga: «No, The Wire es mejor». Ya, pero mola la mitad, «¿Y Breaking Bad?». Sí, esta guapa, pero mola menos y lo sabes. «¿¿Hijos de la Anarquía??» Bueno, ahí igual me tengo que callar, porque esto respira por debajo del nivel de las grandes series: The Wire, Mad Men, Black Mirror, Braking Bad, Juego de Tronos, Los Soprano… O lo que es lo mismo, Franziskaner en tu casa en calcetines, y baja al nivel que más me gusta a mí: Hijos de la Anarquía, Stranger Things, Spartacus, Firefly, es decir, Mahou con los colegas.

Y es que Peaky Blinders llega a molar tanto que, no lo neguemos, puede hasta llegar a sentar mal. Esta serie es como haber tenido en su época unas Reebook de Pump, o que te eligieran para hacer las pruebas con el Madrid, o para currar en la Coca Cola en los noventa, antes de dejar en la calle a media plantilla y pasarse por el forro las resoluciones judiciales (otra cosa no, pero soy de fuenla y eso es como tocarle Gondor a Faramir, si podéis pasaros a la Pepsi o al Jagermeister, según os pille la tarde, mejor).

Pero bueno, en cualquier caso, andaba yo cabalgando mi purasangre blanco por la campiña mientras le daba vueltas a porque molaba tanto la serie y al final, para no liarme y liaros a vosotros, he decidido que mola por muchas razones, pero quizás estas sean las más significativas:

LA ÉPOCA

Birmingham años 20, te quieres morir.

El retrato que hace es excesivamente bueno, os aviso. La serie dibuja un mundo que parecería ser de fantasía si no fuera porque es tan real como que mañana madrugáis. Un mundo donde se juntan gangsters, violencia policial, servicios secretos, italianos, sangre azul, comunistas, zángaros, boxeo, anarquistas de los que sabóan cómo iban las bombas, el IRA, carreras de caballos, destilerías clandestinas, brujería, barrios chinos, apuestas, caravanas gitanas, un mundo de fábricas, polución y ladrillo a tres calles de tranquilas campiñas, La Comarca rodeando Isengar, y es que el coctel es perfecto.

Perfecto y decorazonador.

Pensadlo un poco. Hablamos de una época donde la esperanza de vida, de haber nacido obrero, no debería superar los cuarenta años y en ese caldo, no pocos serían los que decidirían vivir delinquiendo o participando de las diferentes bandas porque total, para morir joven con los pulmones reventados, lo mismo te daba morir a balazos pero al menos borracho y con el lomo descansado. Porque sí, sin esperanza de futuro se delinque infinitamente mejor y agarra mejor la violencia, y es esa falta de apego por el futuro lo que hace que se dibujen personajes tan interesantes como los que ofrece la serie. Personajes extremos, con nada que perder, y un solo objetivo: sufrir y disfrutar según caiga la moneda.

Si a esto le sumamos que acaba de terminar la Primera Guerra Mundial y miles de jóvenes idealistas de barrios obreros que marcharon envueltos en sueños y ansias de gloria y regresaron destrozados, con la cabeza hecha trizas, y el umbral del dolor pulverizado, sabiendo manejar todo tipo de armas, con formación militar y experiencia en la masacre… Pues eso, cantera para los Peaky Blinders y de la más alta gama.

Esta es la atmósfera que destila la serie. Si a eso le sumas pubs tupidos de humo, whisky, cigarros que parecen saber a gloria, cañones modificados y canciones tristes… Diréis lo que queráis pero esto mola más que llegar a la final de Pasapalabra con Rajoy de contrincante.

LOS SHELBY

Los actores lo hacen tan bien que hasta asustan.

Para los que dicen que la ficción española está al nivel de otras ficciones del continente… Por favor, imaginaros a Rodolfo Sancho llevando el cotarro y luego me contáis.

En este sentido el nivel actoral es de quitarse la gorra, pero sobre todo la triada que forman Tommy Shelby (Cillian Murphy), un personaje atormentado con un cerebro criminal privilegiado, violento y contenido hasta la histeria, con una cara que abruma en cada mirada, en cada calada al cigarro, en cada trago de whisky… Arthur Shelby (Paul Anderson), el violento y descontrolado hermano mayor, una pasada de personaje siempre problemático, fiel, sórdido, terrible y adorable, icono desde el minuto uno, y Polly Gray (Helen McCrory), maldita sea compis, ¡tenéis que verla!

SALE TOM HARDY

Porque los protagonistas molan, pero ¿los secundarios?

De todos es sabido que la verdadera profesión de Tom es molar, y no lo hace mal el cabrón, pero aquí no es como en Taboo, que llega a cansar un poco, ¿aquí? Aquí es el puto Alfie Salomon, personajazo para la historia, del que su mínima mención ya supone un spoiler. Eso sí, genialmente dosificado de una manera tan gloriosa que te planteas seriamente si, como ser humano, te mereces realmente que existan guionistas echando tantas horas al bolígrafo para hacerte a ti tan feliz… Simplemente sin palabras.

Y no es el único. En la primera temporada, por no ir más lejos, sale Tommy Flanagan. ¿Y en la última Aidan Guillen? Madre de mi puta vida.

Y eso por no hablar de los papelones de Annabelle Wallis, Sam Neill, Gaite Jansen… Os da un blancazo os lo digo.

TIENE MUSICÓN

Nick Cave.

Si tras la sucesión de imágenes flipantes habéis notado que la música os levanta del sillón y os lleva a tomar por culo apuntad ese nombre.

LLEVAN CUCHILLAS EN LAS GORRAS

La estética, joder… La serie tiene un vestuario que derrama gloria a borbotones todo el rato y punto. Quien después de verla no quiera pillarse una puta gorra como las de ellos, o cualquiera de los chaquetones y vestidos que salen… no tiene sangre en las venas. Las cámaras lentas son gloria al nivel de jubilarse con treinta años. Escenacas míticas como cuando salen de la fiesta y se ponen los abrigos de camino al amanecer en la tercera temporada, o las chicas saliendo a quemar la noche en la segunda?

Y no pararía…

EL GUIÓN

LOS CABALLOS

EL ROLLO RAVNO DE ALGUNOS PERSONAJES

EL USO QUE SE HACE DE LOS ACEROS AFILADOS

EL TRANSFONDO CRÍTICO

EL TEMITA QUE SE TRATAN POR AQUEL ENTONCES LOS ITALIANOS

En resumen, una serie indispensable, que mejora a cada capítulo (en mi opinión la cuarta temporada y última hasta la fecha es la mejor de todas), cuyo principal objetivo, molar, lo cumple a la perfección. Una serie que dibuja un escenario donde se distingue a los seguidores de la serie del resto de humanos sin val?a alguna, haciéndonos sentir una guerra que se libra en el interior de los corazones de cada uno de nosotros, de cada una de nosotras, hombres y mujeres libres cuyo… vamos que tenéis que verla sí o sí, ¡por orden de los putos Peaky Blinders!.

No hay debate.